Lucir la distinción de Reserva de la Biosfera concede un plus al territorio que la recibe. Igual que cuando un edificio o un municipio destacan por su belleza y buena conservación, y eso les hace sobresalir entre los demás.

Cuando ese reconocimiento llega desde un organismo internacional tan prestigioso como es la UNESCO, cobra especial valor. Fue en 1976 cuando se instauró el título de Reserva de la Biosfera para destacar determinados espacios de la geografía mundial por encima de otros y son ya más de 700 los que lo lucen en todo el mundo. De ellas, 52 se encuentran en España, y 3 están ubicadas en Extremadura, siendo una de ellas compartida con Portugal.

Las Reservas de la Biosfera de Extremadura son Monfragüe y la fronteriza Tajo-Tejo Internacional en la provincia de Cáceres, y La Siberia, en la de Badajoz. Tres escenarios naturales impresionantes que a su vez acogen espacios únicos, desde Zonas de Especial Protección de Aves hasta corredores ecológicos, y en el caso de Monfragüe un Parque Nacional.

Las tres Reservas de la Biosfera extremeña llevan con orgullo este título que destaca valores como la riqueza forestal, faunística y panorámica. Serlo supone, además, un reconocimiento de los valores culturales y sociales, una mejora de la vida de los habitantes y el respaldo de un modelo de desarrollos sostenible que los convierte en espacios buscados por muchos para fijar su residencia o tener una segunda vivienda.

Son 51 municipios los que se reparten entre las tres Reserva de la Biosfera de Extremadura. La Siberia engloba 22 y los restantes se distribuyen entre los 15 de Monfragüe y las 14 localidades extremeñas del Tajo-Tejo Internacional a las que hay que sumar 12 freguesías portuguesas.

Cada Reserva tiene sus características propias, pero comparten paisajes de dehesa, sierras y bosques de alto valor ambiental en los que viven aves como el buitre, las águilas reales o la cigüeña negra, difíciles de avistar en otros lugares. Comparten hábitat con especies cinegéticas como el ciervo, jabalí, corzo o gamo. Los cielos limpios y la escasa contaminación lumínica permiten la observación directa y cercana de las estrellas, y el agua de sus embalses, ríos y arroyos son un refresco y un fondo musical perfectos que invitan a la contemplación estelar.

No se pueden olvidar los pueblos con soportales, plazas y calles tranquilas, de arquitectura clásica. Las casas señoriales y edificios de encanto rústico, o las iglesias, ermitas o conventos que guardan pequeñas joyas, en forma de retablos, bóvedas y artísticos artesonados.

En la Reserva de la Biosfera de Monfragüe sorprende la belleza de la dehesa en Casatejada, donde se alza su ermita de las Angustias con una inconfundible cúpula rojiza. O Serradilla, con su Cristo de la Victoria hasta el que llegan peregrinos de todo el mundo. También Romangordo con sus artísticos trampantojos decorando paredes, puertas y fachadas de las casas, que la han convertido en un atractivo centro turístico.

En la Reserva de la Biosfera del Tajo Tejo Internacional los municipios están cargados de historia. Alcántara con su icónico puente romano, con sus casi 2000 años de antigüedad, una obra maestra de la ingeniería romana que hoy día sigue despertando admiración por su grandeza y su belleza. Valencia de Alcántara con sus inconfundibles calles que forman la judería más grande de la provincia de Cáceres o la señorial Brozas, con su iglesia de Santa María la Mayor de la Asunción, conocida como la catedralina por su espectacularidad.

En la Reserva de la Biosfera de La Siberia, no se puede pasar por alto Herrera del Duque con sus casas solariegas que dan cuenta de un pasado hidalgo y el castillo con vistas impresionantes a la comarca. Contrasta con la rusticidad y sencillez de la arquitectura popular en localidades como Valdecaballeros, con casas de grandes portones por los que en su día pasaron carruajes y caballos. O Puebla de Alcocer con sus callejones y casas que lucen escudos familiares o las construidas sobre piedras y laderas, que presentan formas irregulares.